La última cuadra de Carlitos

Sé que te gustan las historias raras o milagrosas, me dijo Carlitos, aunque no puedo asegurarte que esta sea ni una cosa ni la otra. Fue como despertar dentro del mismo sueño. Caminaba por una cuadra del barrio, mirando a mi alrededor y preguntándome cómo fue que armé todo esto. Quiero decir, estaba siendo consciente de haber creado un mundo fragmentado e ilusorio y que aquella creación me había costado un alto precio, ¡nada menos que la plenitud!

No sabía cómo deshacerlo y me sentía atrapado, padeciendo una nostalgia profunda, visceral. Seguí caminando con un nudo en el pecho cuando, de pronto, llegué a una esquina, doblé y ….

Carlitos hizo una pausa. ¿Qué?, ¿qué?. ¿qué?, insistí. 
Mi amigo buscaba las palabras. Le serví un poco de gaseosa en su vaso. Parecía tildado. Al fin continuó.

Las imágenes del sueño se acabaron y tuve la repentina sensación de caer en una luz infinita, en un profundo arrobamiento. Y ahora, mientras te cuento esto, advierto que a lo mejor lo que estaba haciendo en el sueño era volver a casa. Estaba recorriendo la última cuadra antes llegar al punto donde termina el mundo...

El sol caía cerrando la tarde. Carlitos me preguntó si había entendido. Entre risas, le dije que "ni". Después de todo no hay nada que entender, concluimos.
Liberados de cualquier cuestionamiento ya no podíamos detener la risa y brindábamos. De pronto, no había nada que entender. Ni nada real que pudiera ser amenazado.