Tráfico de bozales

Ajústense los cinturones señores porque la cosa se está poniendo cabrona, ¿cómo era eso de la ley del más fuerte, Darwin? Te diría que del más consciente, que supera la fortaleza de toda destreza humana. Enumerando categorías de un biólogo que intentó contribuir en la evolución de nuestra especie siendo un eugenista encubierto. Venimos arrastrando tantos académicos sin alma que si me ven deshojando margaritas en una colina de Escocia es que probablemente llegó la hora. La hora en donde el crematorio explota de científicos y políticos que acomodaron los datos y la naturaleza de los hechos. Debilitando una vez más al humano manipulable y temeroso que predomina en la masa que se está chutando el plan siniestro sin cuestionamientos.

Más profundizo sobre la raíz de la situación actual y más pulo mi costado homeopático, médico, chamánico y científico.

Pasta dental sin flúor, filtros para sacarle el flúor al agua, vinagre para sacarle los pesticidas a los vegetales, cortinas de aluminio para protegerme de la radioactividad en el ambiente y C D S para oxigenar mis células de que no se enfermen por los metales que nos tiran desde el cielo.

Mensaje para las ovejas: ustedes tienen que duplicar la dosis del C D S porque por usar bozal por tanto tiempo arruinaron su salud. Psicología nunca tuvieron, así que dudo que el cóctel prohibido pueda reparar daños preexistentes. Por mí, ni lo tomen. Ni sigan mis consejos, necesitamos urgente una clensa planetaria de zombies con barbijo que están atrasando la depuración y mi descanso ocular.

Y si me siguen discutiendo con la mascarilla puesta y el 1% de coeficiente intelectual, puede que ni llame a la ambulancia cuando se caigan al piso.

Cristo dijo: ama a tus enemigos—pero nunca dijo: convive con ellos—. No voy a ponerme a desafiar a la biblia con todo el trabajo que tengo, pero hay que compartir la vereda con un barbijeado, ¿eh? En donde amarlos es casi un sacrilegio ya que ni le podemos ver la cara.

Mi debate interno de todos los días es algo así: ay Dios, ahí viene otro esclavo, dame las herramientas para no asesinarlo con la mirada.

Lo cual me hace replantear la amorosidad que me caracteriza, ¿puede que esta p l a n d e m i a saque lo peor de mí afuera? ¿O será que los zombies me quieren sacar buena?

Tanto perdón en tan poco tiempo pone en jaque mis capacidades ocultas de amor incondicional.

—Es ahora o nunca, Cecilia, dejalo pasar—me dice mi ángel de la guarda mientras los químicos empiezan a escalar desde mis glándulas suprarrenales cuando un borrego asoma los ojos del trapo estampado en su cara.

Y mientras le doy la derecha al bien que me protege, saco una guadaña invisible tipo espada de Star Wars siglo XIV y lo pulverizo con la violencia que jamás tuve.

¿Y a mí quién me perdona ahora? Tendrán que ser ellos por arruinarme la esperanza de superar la estupidez humana.

Aunque reconozco que cuando llego a casa, cierro la puerta y le doy play a Clair de Lune de Debussy, mi mundo vuelve a la normalidad y puedo respirar nuevamente.

(El plagio es delito, si vas a compartir mi obra que por favor aparezca mi nombre al final del relato. Gracias).

Ceci Castelli

www.cecicastelli.com